jueves, 23 de enero de 2014

Reflexiones para un dueto bendecido irónicamente con la genialidad.

Reflexiones para un dueto bendecido irónicamente con la genialidad.
Por Carlos Hernández Guerrero
Junio de 2010

Enterado estaba que José Saramago había terminado su estancia con nosotros. Sorpresa sí, en efecto porque nunca estamos listos para aceptar que hoy estamos en una rutina que ciega la conciencia de nuestra mortalidad. Y estaba todavía entrando en la triste realidad cuando apenas el sábado pasado el medio día se anunciaba la pérdida de otro peculiar personaje, más identificado con la cultura que me rodea, y como bien
saben, me refiero a Carlos Monsiváis.

Mi lectura es realmente pobre, y si a estadísticas nos remitimos, mis lecturas de Saramago se reducen a solo 3 obras de este hombre de quien desconozco la cantidad exacta de sus creaciones. Mientras tanto, de Monsiváis sólo puedo presumir el conocimiento de su quehacer artístico a través de sus ensayos periodísticos y mensajes de opinión que vertía en televisión a través de TVUNAM y ocasionalmente en esos minutos de Noticieros Televisa patrocinados por una marca de tequila.
Hombres identificados cada uno a su manera con tendencias izquierdistas, es posiblemente Saramago quien mantenía una posición más sólida al declararse abiertamente comunista pero desarrollando su trabajo en el mundo occidental que le tiene mejores condiciones para desarrollar su trabajo. 

Considerando que también es por convicción adquirida un ateo al declarar que no necesita de Dios, “finalmente”, decía- “soy un hombre bueno”. Creemos, los que confesamos una fe católica cristiana que Saramago en efecto es un ser privilegiado, dotado de habilidades para descubrir su ingenio y la libertad de rechazar la idea de un Ser Creador. Posiblemente pensar que su ingenio pueda ser una bendición le resultaría aberrante y menos conveniente que dar mejores méritos al producto de un proceso social cognitivo.

Monsiváis por su parte, crítico del mundo, tiene más arraigo local, al estilo de los costumbristas mexicanos, el universo gira sobre una ciudad cosmopolita. Un medio urbano tan complejo que bien puede emplearse para criticar las tendencias de la globalización hasta meterse en las entrañas de la selva Lacandona. La izquierda era una opción para albergar sus ideas, aunque la complejidad de las ideas que tratan de definir esta posición, dificultan marcar una posición clara, al grado de que Monsi, como le llaman sus amigos más cercanos, prefirió alejarse poco a poco del aspecto político y entrar de lleno en la crítica social, quizás por el desencanto de un conjunto de personajes que tienen más tintes de ambición por el poder, que por la consolidación plena de un mundo más justo y organizado.

Para Saramago vivir en un lugar como la isla de Lanzarote en España, le permite vivir con sus inspiraciones, derivadas de un contacto con la naturaleza en donde hasta una simple roca evoca a profundizar sobre sus pensamientos y mantener vivos sus cuestionamientos sobre la conciencia del hombre. Vivía alejado pero conectado aún con el mundo, “estar cerca o lejos, una situación que sólo depende de la voluntad”, se refería a su situación de estar fuera de Portugal y que sin embargo no era un obstáculo para continuar su labor convertida en vicio. Para este talentoso hombre de letras, la situación de los hombres respecto a su felicidad se centra en dos posibilidades: la de creer en la felicidad a través de Dios, y por otro lado, aferrarse a alcanzar sus propósitos con la desventaja de tener en medio la interposición de las ideas, lo que hace más compleja su propia comprensión. Por eso cree, que nosotros, los hombres creyentes, la tenemos más fácil.

Monsiváis era hombre de mundo aunque vivió prácticamente toda su vida en la Ciudad de México. Su obra crítica se centra en la situación que vive sin abundar en los acontecimientos del pasado. Las sesiones ridículas que se viven en nuestras esferas del poder son su principal centro de crítica y humorismo. Un humorismo que lo acompañó siempre y por el cual, muchos de nosotros procurábamos encontrar en sus ensayos, a veces, escondidos entre frases complejas con algo de ironía. Cito esta parte, refiriéndome al gran circo que son nuestros partidos políticos, extraído de sus publicaciones periodísticas:

La hora de los sacrificios rituales. Los priistas descubren casi al unísono el origen de la ingobernabilidad: Calderón proviene de la ilegitimidad, él se robó las elecciones; los panistas se entusiasman ante las fragilidades de Peña Nieto, el gobernador de vitrina. Una y otra vez priistas, panistas, perredistas y petistas se cercioran de que el país o la sociedad o el sistema político se están viniendo abajo. Lanzan voces de alerta y en donde pueden instalan el abismo y previenen: por aquí no debe avanzar la Patria, aquí fue donde la impunidad mató a los valores que nos quedaban, si damos un paso más la nación se quedará sin sus defensores más aguerridos. Insisten: lo que estamos viviendo en esta Cámara y en este sistema de partidos es insoportable, ignominioso. Abundan los rostros del ceño patriótico y la risa sin antecedentes ni consecuencias. El tedio unifica y la necesidad de sacudir a la nación aleja los bostezos.” (Carlos Monsiváis, La Divina Pléyade, Marzo de 2010.)

De las últimas obras de Saramago, sólo puedo hacer mención de “El Viaje del Elefante”, la cual sólo he tenido acceso a unas páginas y aún quedo en deuda para hacer una opinión más completa. Sin embargo, considero que tiene el tinte distintivo de Saramago, ahora con el propósito de hacer más crítica al lado débil de la humanidad, se trata de las travesías de un Elefante que forma parte de un regalo de un Emperador (creo que es Juan III) a su primo, un príncipe de Austria (cuyo nombre es el mismo del tristemente célebre Maximiliano de Habsburgo). Muchos, incluyendo a la curia Romana, les parecería que su obra es promotora del materialismo que desmoraliza cualquier intento de humanismo basado en amor al prójimo. Por el contrario, considero que si bien, Dios no era el centro de su obra, en gran medida, se centraba en la naturaleza humana, con sus fortalezas y virtudes. Era irónico en sus pasajes, pero Saramago actuaba como un espejo con voluntad que se colocaba frente a nosotros y nos permitía descubrirnos, extraer con nuestra propia conciencia ese interior que nos cuesta trabajo expresar y poner sobre la mesa para descuartizarlo como verdaderos carniceros, esperando que, de algún modo, pasemos del acto de conciencia, al punto de acción dirigido por la razón. Sobre esto encontré muchos elementos al leer su obra “Ensayo sobre la Ceguera” (este libro me llegó como regalo de mi hermana Julieta), si bien no es su obra más distintiva que permita descubrir al Saramago completo, si contiene aspectos importantes de su interés sobre la humanidad.

El ser crítico no está exento en ningún ser humano que se pueda considerar como tal (si es que hay alguien que quiera negar su naturaleza). Monsiváis y Saramago, son genios de la crítica y cuya labor, aunque no era de carácter antropológico sino más bien filantrópico, "Yo no escribo para agradar ni para desagradar; yo escribo para desasosegar; estoy intentando desasosegar a algunos, pero seriamente": (José Saramago, Noviembre de 2009, presentación de su nuevo libro "Caín").

Por su parte, Monsiváis, hombre de letras que se autocalificaba más como “hombre de lectura”, apasionado por la cultura en que concibió su obra, dedicaba su tiempo para darnos regalos como “Pedro Infante y Las Leyes del Querer” (2008) y el último “Apocalipstick” (no lo he leído), siendo el primero un trabajo que pretende al igual que otros como Octavio Paz, retratar lo mejor posible nuestra naturaleza (mexicana), con nuestra vida cargada de drama a través de un personaje tan querido para los amantes de la música y el cine de mediados del siglo pasado, siempre sumergidos en la pobreza pero con un espíritu que fundamenta su esencia en la esperanza, siempre la esperanza.

Cuando Saramago decide dejar de escribir para el Blog “El cuaderno de Saramago” en 2008 (porque en efecto, también durante un tiempo fue bloguero), afirmaba “Es conveniente que las despedidas sean breves”, y continuaba: “Adiós, por tanto. ¿Hasta otro día? Sinceramente, no creo". - Pero, con una posdata, el escritor matiza: -"Pensándolo mejor, no hay que ser tan radical. Si alguna vez sintiera necesidad de comentar u opinar sobre algo, llamaré a la puerta del Cuaderno, que es el lugar donde más a gusto podré expresarme". Saramago jamás regresaría a escribir en el blog, como nunca más regresará con nosotros para continuar su labor de conciencia irónica.

No recuerdo si, por su parte, Monsiváis tuvo palabras para despedirse, o si alguno de sus numerosos ensayos se mira fuera de este mundo y dejando una frase especial como epitafio. Como buen lector que era admiraba la obra y personajes de Gabriel Vargas, me refiero a la Familia Burrón. Como siempre con su lenguaje especial, en este caso de sarcasmo, se dirigió unos pensamientos hacia este autor que recientemente también acaba de dejar este mundo: “Monsiváis señala que "con el humor corrosivo entonces, considerado `propio de los niños', Vargas prodiga símbolos y escenas costumbristas y fantásticas de un México adorador del relajo y chusco-sin-saberlo, inocente y amoral a la fuerza, contrariado y feliz en la pobreza. Se trata de una ventana a ese ámbito en el que la modernidad resulta en gran medida de las combinaciones de tecnología, saqueo de recursos nacionales y aceptación devocional de lo que apenas se entiende". (Portal EsMas, 2007, http://www.esmas.com/portada/601805.html).

Ni Saramago ni Monsiváis se retorcerán cuando diga: descansen en paz, donde hay nada, no existe tampoco la paz, y donde hay paz, es porque simplemente hay nada. Pero yo, siendo hombre de fe, deseo que hoy (no puedo desligarme de esa sensación del tiempo), estén gozando de un reino donde puedan conversar y criticar el paraíso que “también posee sus tentaciones”.

Carlos Hernández Guerrero
De pensamientos, reflexiones y esas cosas, Junio de 2010,



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