En memoria de Don Fernando del Paso
que morir es una afrenta, un agravio personal
Por Carlos Hdez. Guerrero
En
el 2015 un portal de Internet comenzaba con esta frase de Fernando del Paso:
“La palabra no es vieja, por
fortuna. Yo no soy la palabra, por desgracia. Cuando la palabra me dice, la
palabra me retrata.
Cuando digo a la palabra, la
palabra se espanta. La palabra es un río cuando el río es un cometa.
Un cometa es la nube cuando
la nube llueve, la nube llueve cuando en mi cuaderno escribo la palabra
“lluvia” mil veces.
Yo no soy la palabra pero
quisiera serlo para volar con ella de tiempo en tiempo, de boca en boca.”
Y
bueno, para los aficionados de la escritura (que nos debemos a la lectura por
encima de cualquier proceso creativo o imaginativo para ser preciso) debemos
empinarnos con tragos hondos lo que personajes como Fernando del Paso nos han
dejado como herencia.
Decir
que “la palabra me retrata” me pone a jugar con mis experiencias de generación
‘X’, pensando un selfie que encierra todas las expresiones de mi rostro. Y no
soy la palabra tampoco, como creo que ningún escritor, por más productivo que
sea, y si nos vemos con rigurosa conciencia, la palabra en efecto se espanta y
nos espanta.
Soy
un tripulante de las naves que Del Paso nos dejó pues en su paso por el mar de
la vida. Sus modos de concebir al mundo es una búsqueda de reconciliación con
las contradicciones por la que la palabra humanidad queda mancillada.
La
primer nave que abordé de su trabajo creativo fue la novela Noticias del
imperio. Apenas con 14 años, y conociendo la historia que nos empinan en los
libros oficiales, por llamarlos de alguna manera, me pusieron en franco
enfrentamiento entre esa disciplina que exige la capacidad de memorizar para
pasar los exámenes contra una lectura que me pedía posada sobre una silla
mecedora, la mayor de las conciliaciones con los mitos, mis miedos y mis
inquietudes más exigentes sobre la vida sufrida de mi país. En cierto modo, un
posible rompimiento con una identidad en plena formación sin tener un puerto
definido ni seguro.
El
libro no pude terminar de leerlo, al principio me parecía un cuento con esa
manera de presentar los largos títulos de aquella desgraciada emperatriz de
México, Carlota. Tuve que adelantar algunas página para adentrarme en otros
detalles que me parecían sometían a mi juicio lo que hasta ese momento eran mis
conocimientos vagos de historia.
Pasaron
unos 10 años más para reencontrar con una nueva edición, y contando con algo de
presupuesto pude comprarlo con pocos pesos en una venta de remates (creo que su
anterior dueño apenas le tuvo aprecio como yo lo tenía en ese momento), pues el
primero había sido una visita de biblioteca.
Para
continuar con la obra de Del Paso, tuvieron que pasar unos años más, pues
entrado ya en la vida laboral, la lectura apenas tenía un hueco en mis obligaciones
de chalán de oficina.
El
siguiente fue José Trigo, una obra que el mismo escritor califica de compleja y
no apta para principiantes de la lectura,, y en efecto, la historia es una
múltiple combinación de momentos en la historia de la Ciudad de México, con su
lenguaje urbano muy ‘de barrio’ y rural al mismo tiempo, donde una especie de
fantasma deambula entre los ferrocarriles y así es como se concibe el paso del
tiempo y con ello la vida misma. Difícil tarea tengo como recomendador de
libros para decirle a ud. que me lee que deba tomarlo y ponerlo en su lista de
libros preferidos, así como no me ha
sido posible hacerlo con otros como Ulises de James Joyce.
Como
lo había comentado en otras de mis publicaciones, la partida de personajes como
Carlos Fuentes, Saramago, Monsiváis son una desgracia que aprovecho para
escribir lo que me viene a la cabeza en ese instante. Por eso mis textos son de
baja calidad en redacción, pero no puedo evitarlo. En otras ocasiones simplemente
me cuesta trabajo tomar tiempo para escribirlo. Debería escribir de artistas
escritores que aún guardan su humanidad entre nosotros, pero en el ambiente se
siente la sombra inquisidora de renegados de una supuesta exclusividad del uso
del lenguaje, reservado para autoridades en letras que no dudan en condenar a
los que nos damos un lujoso momento de golpear teclados, lo que es todavía para
otros “arrastrar el lápiz”.
Consciente
de que como todos habría de morir, pero parodiando el fenómeno natural en su
obra Palinuro de México escribiría:
“Sin darse cuenta, imagínate
que uno siempre se muere de mala suerte, que morir es una afrenta, un agravio
personal y una vergüenza, cualquiera que sea la clase, la hora y el lugar de la
muerte”.
Vaya
pedestal el que se armó Del Paso, muy sólido y grande, que no quede duda que lo
comparte con otros que nos siguen torturando la conciencia con sus historias plasmadas
en libros. Yo le guardo un espacio en mi memoria y una enorme deuda al haber
hecho pues, un mutis mientras todavía nos deleitaba con sus escritos, y
precisamente recordaré esto que alguna vez leí en una revista de los años 90s
del siglo pasado:
Amigo de Juan Rulfo, Del Paso escribió una carta en la que se
disculpaba por no haber escrito una en vida para él:
Perdóname, Juan,
perdóname si no te escribí nunca, pero como me habían dicho que tú jamás
contestabas una carta, pues yo dije: Entonces para qué le escribo. Y ahora me
arrepiento; me arrepiento, Juan. Ahora quisiera que tú hubieras tenido varias
cartas mías aunque yo no tuviera ninguna tuya. En serio. Me arrepiento porque
yo tuve la culpa. Yo fui el que me fui de México, ¿no? Y no te escribí. Me
duele porque no se pueden pasar tantos años, creo que dieciséis desde que salí,
sin escribirles a los amigos, ¿no es cierto? No es cuestión nada más de decir,
como fray Luis, “como decíamos ayer”, porque no, no fue ayer, sino hace muchos
años cuando nos reuníamos una y hasta dos veces por semana, ¿te acuerdas?, en
el café del sanatorio Dalinde. Allí se nos iban las horas.
https://www.letraslibres.com/mexico-espana/del-paso-le-escribe-rulfo
Algo así de sincero hace falta en mi caso, no por la sinceridad
misma del sentimiento, sino por una práctica más común con los amigos y la
familia en vida, siempre en vida.
Descanse en paz buen amigo Del Paso, que las
horas también se me fueron en esas naves empujadas por grandes velas surcando
mundos de retadora imaginación.
Noviembre de 2018.