Por Carlos
Hernández Guerrero, Mayo de 2014.
Lo que aquí se presenta se elabora dentro de los
propósitos que implica el Taller de escritura experimental impartido por el
Instituto Cultural de León (ICL) y que encabeza la maestra Paola Mares, que
entre otros, es el de encaminar a individuos como yo en esa fantástica tarea de
escribir. Agradezco en forma especial las atenciones de la Lic. Ángeles Suárez Tacotalpan Directora de la Feria Nacional del Libro de León, FENAL 2014.
Mesa Homenajes FENAL, Los Juegos de Cortázar.
30 años ya que partió Julio Cortázar
y en estos días en que otros grandes escritores han cumplido con su estancia en
el mundo, recordar su obra y legado se vuelve casi obligado. En efecto, en 2014
se cumplen tres décadas sin la presencia viva de Julio Cortázar y 100 años de
su nacimiento. Este pequeño trabajo de
reflexión se incrusta en la diversidad de opiniones que se llevan a cabo dentro
del gran encuentro de las letras que es la XXV Feria Nacional del Libro de León
2014, FENAL.
Para algunos críticos literarios
como Rodrigo Fresán, quien en 2004 nos remontó a una conversación que sostuvo
con Francisco Porrúa y publicado en Letras Libres (2004), nos coloca en el
espacio íntimo del escritor, como esas reflexiones y cuestionamientos que
surgen en muchos de los lectores, preguntas acerca de los motivos que los
habrían llevado a desarrollar sus obras literarias, así como los instantes que
les rodeaba alrededor de su máquina de escribir.
Ese estereotipo del escritor
iracundo, casi desesperado por el parto que implica sacar lo que se ha
concebido en su cabeza, soltando ruidosos golpes en el rodillo de una máquina
de escribir y que hoy en día, nos parece sorprendente al no contar con las
bondades que brindan las actuales computadoras y sus procesadores de textos. A
Cortázar le distingue no sólo un estilo, sino una habilidad sorprendente para
dejar cuartillas limpias, que implica un desarrollo de la idea de principio a
fin, casi sin corregir desde que inserta la hoja en la máquina de escribir al
grado de que en 1983, en una entrevista a The Paris Review afirma:
"Esto es consecuencia de que las cosas ya han sido elaboradas en mi
interior. Cuando veo primeras versiones de algunos amigos escritores, en las
que todo está corregido, todo cambiado, todo movido, y hay flechas por todas
partes... no, no, no. Mis manuscritos están muy limpios."
Continúa a la vez Francisco Porrúa,
(editor de su obra Rayuela y también de Gabriel García Márquez en Cien años de
Soledad) quien confirmaba lo anterior: "Los originales de Cortázar eran de una limpieza casi preocupante. Era
algo que casi intimidaba. Alguna vez lo vi en acción, a la hora de escribir una
carta; pero nada me hizo pensar que su actitud sería diferente a la hora de las
ficciones: inmenso como era, con esas manos, sentado frente a su máquina de
escribir que de pronto parecía casi una miniatura, un modelo a escala. Cortázar
golpeaba las teclas con fuerza, como si diera martillazos. En realidad, era
como si la máquina fuera él: arrancaba con la primera línea y no paraba hasta
el final. No dudaba, no corregía, no hacía un alto para pensar en la siguiente
palabra. Las letras le salían de los dedos. Te daba la impresión... la certeza
de que todo lo que Cortázar escribía lo escribía para siempre."
Argentino pero con nacionalidad
francesa y nacido en Bélgica, Cortázar escribió para una sociedad universal,
desde su caleidoscopio latinoamericano, Rayuela
publicada en 1963 es para muchos su obra cumbre, un efecto en el arte que
sirvió para darle un vuelco al estilo que se desarrollaba en los años 60’s del
siglo XX y pretende concebir al mundo en diversos tratados de la realidad como
son sus libros La Vuelta al día en
ochenta mundos y Último round.
Graciela Speranza (Letras Libres, 2009) nos lleva a un instante reflexivo que habla de ese vuelco “antes de la literatura de Cortázar, no
existía esa amalgama de rigor y gracia, realidad y fantasía, alto y bajo,
convicción y desprejuicio. La
posibilidad de reunir pasión intelectual y experiencia pura, la adecuación de
audacia formal y fluidez narrativa que hoy se celebran en las ficciones del
chileno Roberto Bolaño florecieron sin duda en la obra de Cortázar y abrieron
una nueva vía para la literatura en lengua española. Bolaño nunca dejó de
reconocerlo (“Cortázar, que es el mejor”, dice en un repaso de la gran
tradición argentina) y está claro que su “modernismo visceral”, con un fondo
romántico y surrealista, abreva en ese camino, en confluencia feliz con la vía
regia abierta por Borges.
A los estudiosos y críticos de la
literatura reciente cuasi contemporánea donde movimientos artísticos están más
revueltos que una receta perdida de la abuela, les toca una labor difícil para
saber dónde comienza el verdadero autor y dónde se mezclan las aportaciones de
otros escritores que le sembraron sus propias formas (o deformaciones de la
realidad) incrustadas en sus propias producciones. Hasta en sus estilos de vida
llevan a muchos genios a mantener una distancia con la sociedad que les rodea,
pretendiendo detonar sentimientos, luego sembrarlos en el mundo a través de una
labor de sus editores a quienes mucho trabajo les queda para esa labor muy
semejante a de una sociedad de agricultores, si me es permitido verlo así, con
una gran riesgo por fenómenos del ambiente que son ajenos a la voluntad.
¿Dónde está la influencia de
Cortázar en la literatura de finales del Siglo XX y principios del XXI?, Los
escritores de hoy, desde mi punto de vista, tienen una obligación con la
lectura y un nodo medular en los estilos básicos de Cortázar, aunque la
discusión sobre conceptos como naturalidad, realismo, lo imaginario y lo
fantástico se lo pretenden apropiar gentes de supuesta autoridad intelectual
que juzgan y condenan a cualquier atrevido que juega con la palabra y los
límites del lenguaje. Quien decida incursionar en una aventura como ésta, la de
escribir, deberá ignorar que los ojos del mundo, aunque ciegos, tienen una
agudeza natural para colocar sus trabajos en un paredón y ser unos impotentes
testigos de su reacción defensiva. Por supuesto Cortázar lo sabía desde un
principio, pero lo ignoró, como lo deben hacer quienes tienen una visión de sus
propios instintos, de las exigencias de su curiosidad y sueños sin sentarse a
meditar en los vacíos, la dureza de las vísceras o virtudes de los posibles
lectores.
Fragmento de Rayuela, Capítulo 7 (de
mis preferidos y de todos los lectores de Cortázar, supongo):
Toco
tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera
de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar
los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que
deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre
todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu
cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu
boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Me
miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope,
nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre
sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se
encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la
lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene
con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu
pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como
si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de
fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un
breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es
bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento
temblar contra mí como una luna en el agua.
Muchas gracias.
Carlos Hernández Guerrero
FENAL 2014.