Por Carlos Hdez. Guerrero, 2022.
Opiniones sobre lo que se vive en el mundo de la ciencia, tecnología, cultura, la política y la sociedad.
miércoles, 24 de agosto de 2022
De literatura perdida que emerge de los huecos.
sábado, 13 de agosto de 2022
De sentencias y utopías: el atentado de Salman.
De sentencias y utopías: el atentado de Salman.
Por Carlos Hdez. Guerrero, Agosto 2022.
“Esta sería pues la condición humana vista por Salman Rushdie, vista también (francamente) por el que escribe estas líneas, vista por quien quiera que tenga cerebro y conciencia de su alma: somos un revoltijo de Tiniebla y luz, ni siquiera sabemos distinguir entre la una y la otra, tampoco están muy definidos los límites entre el Yo y el Otro – o lo otro- no sabemos si el Otro que nos está acosando es luz o tiniebla”.
Estas palabras del escritor Carlo Coccioli me vinieron a la mente luego de conocer la noticia del atentado contra el escritor inglés nacido en India, y que de origen convivió en un mundo perpetuado en el conflicto del pensamiento religioso propio de esa región hindú - musulmana y quien sabe qué más tipos de movimientos e ísmos conviven por ahí.
Yo estaba apenas por terminar mi época de educación preparatoria cuando se dio la sentencia del Ayatollah Jomeini, Cocciolo radicaba ya en México y estaba concentrado en varias obras como “Dos veces México” y este “librillo” llamado “la Sentencia del Ayatola” el cual nos confiesa fue escrito “sobre las rodillas” aludiendo a la prisa con que lo hizo bajo la presión de la firma editorial.
Mi temprana edad estaba más preocupado por los partidos de futbol del fin de semana, además de dar seguimiento a mi equipo favorito por la TV, también estaba dejando atrás mi época de deportista de barrio, y el mundo, como ahora, ha sido un hervidero de conflictos (el mundo cambia, pero quizás no sea más virtuoso que antes). Los libros ya eran también parte de mi mundo, ya había tenido contacto con mentes del pasado y los que aún estaban presentes creando grandes obras que los harán inmortales en el ambiente literario y científico.
Nunca estuve interesado en la obra de Rushdie, a pesar de lo que se hablaba en los medios, la TV mexicana cuando tocaba el tema nos ponía en un contexto donde se condenaba la intolerancia religiosa en contra de un derecho a la libertad de pensar y escribir. La sentencia a muerte contra un escritor era y es, decían, el regreso a la edad media. Sin embargo, y por palabras de Coccioli, la gran mayoría de famosos pseudo ofendidos por la condena del Islam ni siquiera habían leído “The Satanic Verses”, en lo particular, la obra merece contar con ciertos antecedentes de historia, de lectura de El Corán, y quizás un poco también de todo lo que significa el Judaísmo y Cristianismo, sólo para comprende las ironías y sarcasmos que Rushdie utiliza como metáforas en sus intenciones.
¿Y yo, acaso leí “Los versos satánicos”?, pues bien, decirles que haber pasado las 80 páginas fue mucho para mí. Lo conseguí varios años después, recién cumplía mis 27 años, la Internet ya contaba con sitios desde donde se podían descargar libros digitales. La lectura es compleja y difícil. Además, leí una traducción y sabemos que es mejor conocer la obra en su idioma natural, más viniendo de alguien que culturalmente es un verdadero trotamundos inglés. Luego, por esas grandes amistades que uno logra de manera maravillosa, por mi amigo “Yorch”, conocí al escritor Italiano que terminó sus días en nuestro país.
Coccioli califica la obra como “blasfema”, y tiene motivos para hacer semejante atribución, en el entendido de haber realizado una obra donde claramente ridiculiza el pensamiento islámico, si bien se puede estar en contra de los dogmas que encaminan las religiones, poner sobre un repositorio de bajezas humanas a quien millones de creyentes depositan su fe, no podrían desde luego sentirse mejor.
La burla siempre ha existido, para quienes detentan algún tipo de poder, y forma parte de un derecho humano universal el permitir que las personas se expresen libremente y sin tapujos. La parte aludida deberá masticar sus corajes, si es que, lo dicho por quienes sostenidos por las anteriores premisas, les hayan sido motivo de ofensa.
Veamos una reflexión
de Cocciolo cuando cita a una surá de El Corán, dentro de un texto larguísimo
entre los versículos 213 y 214:
“No invoques,
junto a Dios a ninguna otra divinidad pues (de hacerlo) estarías entre quienes
serán castigados… advierte a los más próximos a tu clan”.
-Dice Coccioli: “ …es, en este momento cuando históricamente nace la verdadera y última de las tres grandes religiones monoteístas del planeta: judaísmo, cristianismo, islamismo. Es en este sublime momento cuando empiezan a germinar en el corazón del hombre las semillas del dogmatismo celoso y agresivo inevitablemente ligado al culto de un solo Dios, engendrador en el corazón del hombre de la intolerancia que se convierte en violencia”.
Y sin embargo, como dije antes, hay un sentido consciente en el escritor de que su trabajo es blasfemo y por tanto, ofensivo, no creo que pudiera esperar otra reacción siendo Rushdie un conocedor del tema social, histórico y religioso. Se puede ser valiente, arriesgar cuando se tiene la voluntad de expresar sin miramientos lo que se piensa o lo que una mente con gran capacidad imaginativa desea expresar ante el mundo. Para comprender esto, imagine nadamás que para referirse al profeta Mohoma, Rushdie le pone el nombre de “Mahound”, que en términos más vulgares en inglés se puede traducir como “el diablo” o mejor dicho “perro” y que las diversas esposas que tuvo, según se sabe, son representadas por prostitutas, y al ángel inspirador, que en su caso es el arcángel Gabriel le llama “the pet”, la mascota.
Nadie por encima de lo que representan las aspiraciones humanas por vivir en plena libertad y tolerancia pueden aceptar que por escribir un libro y publicarlo, por más interés de explotar las debilidades humanas para cultivar la fama, merecen ser condenados a la pena de muerte. Demasiada intolerancia hemos vivido a lo largo de cientos y miles de años con diversas culturas del mundo. Nuestro país no es la excepción. Vemos en lo fantástico que es nuestra época de las redes sociales y comunicaciones un sin número de expresiones haciendo mofa de la cultura y el pensamiento, de la fe y los sentimientos, algo nunca antes visto y que costaron miles y quizás millones de vidas a lo largo de la historia, y sin embargo no hemos aprendido a comprender los valores de respeto y tolerancia.
Nos exigimos la libertad de decir lo que pensamos, y no nos medimos en calcular lo sensible que hay en la naturaleza humana, abusamos. Yo siendo cristiano católico me toca batallar con diversas complejidades del dogma, de mi práctica como hombre de fe y las necesidades de cambio, de la sed de justicia que nos persigue. Por eso soy un convencido de que la lectura es ese "detonador" de conciencias, o al menos, de ser punto de inflexión entre lo que queremos ser y lo que creeemos ser. Como dijo alguna vez Saramago "solo pretender el desasosiego: yo no escribo por amor, sino por desasodiego. escribo porque no me gusta el mundo donde estoy viviendo". Y así, se rompen supuestas conciencias de "identidad" individual y colectiva.
Para comprender un poco más de lo que no puedo expresar aquí en palabras, le tomo la idea a Coccioli y en honor a su pensamiento expresado en su “librillo” como él le llama. Retomar aquella vieja y utopía idea de un gobernante de un imperio antiguo, lo Maurya, me refiero a Asoka. Así como Sir Tomás Moro, es posible imaginar mundos donde impere cierto grado de razón y justicia (agua y aceite). Asoka tuvo un cambio en su vida y en su manera de gobernar derivado de su horror por el resultado de una guerra en la que salió victorioso, en cierto modo “despierta”. En muchos casos así sucede, necesitamos una sacudida, ser “tocados” por un rayo casi cegador y doloroso para poner en práctica una vida colmada de virtudes humanas. Les recomiendo “googlear” el nombre de Asoka y sus principios utópicos de buscar la sociedad justa.
Jomeini ya murió y Rushdie, aún perseguido por su ofensa, al momento se debate entre la vida y la muerte, vaya mundo que me toca vivir.
Innecesario es decir que “condeno” los atentados contra escritores, si bien merecen la acción de la justicia, en lo personal me parecen tristes y ofensivas las luchas que libran las organizaciones dicen portar con banderas de amor y aquellos que aprovechan sus otros estandartes de “libertad de expresión” con el pretexto de “concientizar” gentes”. Como dije al principio, el mundo lo he conocido siempre sumergido en el caos. Palabras como “crisis”, “violencia” o “fraude” están todos los días en los medios de comunicación, son las preferidas de los “líderes” de opinión y activistas de los partidos políticos, no veo mucha diferencia con el conflicto de la “fatwa” de Jomeini y “Los versos satánicos” de Rushdie.
Merecemos aspirar
a la utopía y como dicen, “sueña con un mundo mejor, pide lo imposible”.
Que así sea, amén.
Pdt: Desde luego, le guardo un gran respeto a la obra y vida de Carlo Coccioli, su forma de haber descubierto y describir a este país que adoptó para finalizar su vida, en su libro "Dos veces México", aunque nos sumerge en un letargo, me llevó a descubrir una parte que requiere del ojo ajeno para vernos y descubrir un poco más de nosotros.
miércoles, 27 de abril de 2022
Reflexión impune al sentimiento
Carlos Hdez. Guerrero
Quién más para rendirle un anti culto a la cursilería sobre lo que llaman poética, alguna pretensión sobre lo que podemos llamar "antítesis" para el proceso creativo del que menciona en su obra reunida Tarde o temprano (FCE,1980), José Emilio Pacheco (por ejemplo: No me preguntes cómo pasa el tiempo) que no me deja opción para mantener mi distancia par la escritura sentimental (ya ni siquiera practico la escritura como actividad).
Quienes me leen (que no deben ser más de 1), saben que por mis publicaciones en redes sociales merezco el calificativo de "cursi", y por otro lado, le suman al juicio un sustantivo que lo manda a gran velocidad por el espacio infinito de la condena: "pepinillo cursi".
Cito:
Dóciles formas de entretenerte, olvido:
recoger piedrecitas de un río sagrado
y guardar las violetas en los libros
para que amarilleen ilegibles.
Besarla muchas veces y en secreto
en el último día,
antes de la terrible separación;
a la orilla
del adiós tan romántico
y sabiendo
(aunque nadie se atreva a confesarlo)
que nunca volverán las golondrinas.
Y cierro con esta forma de increpar el sentimiento creativo, que por más mancha de cultivos pueriles, me rebasa impunemente mi respeto al gran Pacheco:
Homenaje a la cursilería
Dear, dear!
Life’s exactly what it looks,
Love may triumph in the books,
not here.
W.H. Auden
Me preguntas por qué de aquellas tardes
en que inventamos el amor no queda
un solo testimonio, un triste verso.
(Fue en otro mundo: allí la primavera
lo devoraba todo con su lumbre.)
Y la única respuesta es que no quiero
profanar el amor invulnerable
con oblicuas palabras, con ceniza
de aquella plenitud, de aquella lumbre.
Hay goce en esos renglones, no importa que tan cursi lo encuentres. ¿Cursi yo?
FIN
sábado, 12 de febrero de 2022
El infinito en un junco, o el temporal de la memoria
Una reflexión
sobre la obra de Irene Vallejo: “El infinito en un junco”
Por Carlos Hdez.
Guerrero / febrero 2022.
Aun a edad
temprana, ya había llegado a mí la palabra “papiro”. El maestro de la escuela
nos aclaraba que de ahí proviene la palabra “papel”. Luego, vienen los
encuentros con diversas personas, lecturas y documentales de TV en donde papiro
está sólo relacionado con materiales y culturas de la antigüedad, en un
ejercicio cuasi antropológico en primer nivel.
Así,
“descubrimos” que, entre otras cosas, un Juncal es una fuente invaluable de
recursos para elaborar esos pergaminos que contendrán símbolos, dibujos…
lenguaje representado con ideas, pensamientos, sentimientos… mensajes de
condena o de aliento, recetas de cocina, envolturas para regalos, en fin.
Mi biblioteca
personal rebasa los 960 objetos de papel y, aun así, cuestionar su forma de
elaboración no forma parte de mis ocupaciones, generalmente hago lo que sé
hacer con ellos: leer. Aprecio mucho el hacer todavía esa labor, como decíamos
casi de historiador y arqueólogo, cuando el tema nos encamina al pasado para
encontrar explicaciones que muchas de las cosas que hoy en día ocurren.
Comprender el origen de una palabra, desde que tuve cursos de etimologías
grecolatinas siempre me ha fascinado (no sé por qué no he tenido mayor
dedicación a esto).
Pero el libro de
Irene Vallejo me pone en un plano completamente tridimensional, me explico:
vivir la cotidianeidad y enlazarla con el pasado, me imprime una pantalla
fantástica, como esos juegos de kinect montados en una Xbox, donde en el
horizonte van apareciendo escenarios diversos y yo voy navegando de pie sobre
mi tabla de surf tomando los premios que flotan, librando diversos obstáculos a
diferentes velocidades (cada quien le imprime su ambiente y lo vive en su
faceta de lector).
La configuración
de mi juego (yo frente a mi libro) tiene un ambiente predeterminado: lo que ya
sé y conozco. Por otro lado, lo que ha de venir (nuevos descubrimientos), y
luego cómo enfrento cada circunstancia que combina estos elementos. El infinito
en un junco tiene por naturaleza este principio, pero en el estilo de Vallejo,
su ensayo a manera de narrativa en primera persona, me mantiene en constante
diálogo cuestionando mis saberes y, sobre todo, en dónde los he utilizado a lo
largo de mi vida.
Mi comienzo en
la lectura fue un libro que descubrí en casa: Lecciones de Escritura Sagrada,
que usaban mis hermanos mayores quienes estudiaban en escuelas privadas
religiosas. Me intrigaba por sus imágenes, crueles a mi modo de ver y
contrastes con otras donde algunos rostros impregnaban sentimientos como
piedad. Debo aclarar que aún no conocía el abecedario.
Más adelante, en
mis lecciones de catecismo tomaron forma, en una comprensión que no dejaba de
ser cuestionable para mi escasa formación educativa. Ya estaba encendido mi
aparato de kinect, la velocidad comienza a ser vertiginosa, pero lo que logro
atrapar en el viaje contiene importantes bonos de recompensa, pocos pero muy
valiosos.
Mi pantalla
mental ya no es un gran muro como el de los cines, en blanco. No, ahora es un
vertiginoso cambio en la intensidad de la luz, una proyección cuyo origen está
en los libros que comienzo a abrir, y mi capacidad mental es insuficiente para
comprenderlo. Es interesante, que, a pesar de esa falta de interpretación, lo
que se va ganando es una interminable cantidad de preguntas que a veces en el
mismo día obtienen respuestas (incluso gracias al apoyo a mi madre y una tía que fueron
profesoras).
Mi siguiente experiencia
tuvo que ver con una enciclopedia científica, un conjunto de libros de la
colección Time Life en donde se analiza el mundo de manera temática. De este
modo, y sólo puedo calificarlo de maravilloso, encuentro respuestas a diversas
cosas que me intrigaban: el espacio exterior, el mar, los barcos, los aviones,
el mundo de los peces, los mamíferos, etc. Pero mi juego continúa su curso en
esa especie de cabina mágica, que me hace caer constantemente. Pierdo el
equilibro con fenómenos incomprensibles, palabras difíciles de pronunciar,
personajes extraños y un choque constante con mis antiguas formas de mirar al
mundo. Monto de nuevo mi tabla de surf y ahora con más velocidad, avanzo y
recojo esos bonus que tienen formas de bolsas de dinero, de coronas chapeadas
en oro, de baúles de madera con collares de perlas que cuelgan entre montón de
monedas y bastones como los del rey Tut.
La siguiente
parada es un tomo de mi admirado Isaac Asimov, que igualmente llegó por causa
bendita de mis hermanos mayores: Las lunas de Júpiter, cuyo protagonista es
Lucky Star, y como una novela policiaca debe resolver una amenaza trama de
malvados que buscan como siempre desestabilizar a un sistema bueno de la gran
aventura humana por colonizar el espacio. Entre mis grandes bonus adquiridos,
está un fenómeno mencionado ahí (por supuesto es ciencia ficción): los túneles
de VanGraff, una especie de caminos por donde es posible trasladarse dentro de
las naves y llegar en tiempos reducidos. El ingenio de Asimov siempre juega con
una sinergia entre realidad de la física con la fantasía; este entre otros
detalles, me llevaron a investigar todo lo relacionado con los viajes
espaciales y más tarde relacionarme con escuelas y universidades en cuestiones
de física y astronomía (un tiempo colaboré en el Instituto de Física de la
Universidad de Guanajuato con un gran maestro quien a escasos meses de conocer
falleció tristemente, un gran impulsor de este centro de investigación, el Dr.
Cliserio Avilés).
Un pasaje
maravilloso, dentro de toda la interesante narrativa de nuestra obra en
cuestión, es esa representación mental que logra al describirnos el puerto de
Alejandría, con esos barcos que mientras descargan o reciben mercancías, son
abordados por una especie de agentes aduanales quienes, lejos de calcular los
impuestos obligados, investigan en su interior la posible presencia de rollos y
otros materiales que posean notas o registros de pensadores o temas diversos de
las culturas con el fin de “confiscar temporalmente” para ser traducidos y
copiados en las salas de la gran Biblioteca. Una escena fantástica que
quisiéramos ver en las políticas actuales de los diferentes gobiernos del mundo
para adquirir, resguardar y compartir todo el conocimiento que hace falta a las
sociedades actuales, atrapadas en un panorama de disociación colectiva en
cuanto a su percepción y apreciación de la realidad. La virtualización es
importante, casi necesaria para ciertas necesidades del mundo contemporáneo,
dictaminado por los avances de la ciencia y la tecnología. Sin embargo, la
Industria 4.0 le imprime un papel de indispensable, directiva que dictamina la
sobrevivencia de los nuevos negocios, lo cual no es precisamente cierto; si no
me creen, acudan a las grandes obras de la ciencia ficción, desde donde se nos
advierte los niveles de estupidez humana que al final, nos arrastran a siglos
atrás sumergidos en caos y sociedades carentes de sentido humano.
Puedo hablar de
muchos libros y autores más, desde mi iniciación a escasos 4 años y hasta el
momento, pero me pregunto si el infinito, que en matemáticas preferimos
colocarle el mote de “indeterminado”, es acaso un depósito de nuestra memoria y
sentimientos. Irene Vallejo nos traslada a esta reflexión.
Al igual que
otro admirado, el maestro Carl Sagan, imagino a una nave en donde se pueda
depositar cada uno de nuestros sueños, y ser lanzada al espacio lejano, hacia
donde alguna conciencia pueda descubrir y, al igual que mi viaje por mi XBox
pueda ser nuevamente reproducida creando nuevos retos a estas mentes de más allá
de nuestras fronteras.
Mi incursión en temas donde la incertidumbre que arrastra la mecánica cuántica (pero sin ser profesional) me ha colocado en un permanente cuestionamiento, de duda sobre lo aprendido. Lo infinitamente pequeño y lo infinitamente grande, complejo de plasmar en teorías y fórmulas, ¿acaso es más fácil comprender hasta dónde un junco puede almacenar toda nuestra vida y sus recuerdos, incluyendo la del cosmos? La imaginación parece que lo permite, y necesitamos un gran humedal en nuestras aspiraciones de exploradores, para que, al igual que el Nilo, nos provea de grandes brazadas de juncos, y luego, encaminarnos a nuestra casa alejandrina para que, luego de ser incautados por los empleados de la biblioteca, copien y depositen enormes rollos de la historia del mundo. Seremos los nuevos Ptolemaicos luchando por construir la esperanza que hoy está perdida en las luchas ciegas por el poder.
FIN.
Preparado especialmente para el círculo Amigos lectores.
Viralicemos la lectura.