Por Carlos Hdez. Guerrero
Ha muerto, y no estoy diciendo nada nuevo, ayer las redes
sociales lo anunciaban y saturaban mi cuenta de Twitter, dado que soy un
“tuitero” por el que me puedo enterar de lo que acontece en mi ciudad y el
resto del planeta. A mis opiniones siempre les habrá de faltar un poco de
fundamento, y habrá quienes puedan colocarlo en su depósito de basura, libres
están de hacerlo como yo ponerlo a disposición de quien quiera leerlo.
Recuerdo a finales de los 90’s del Siglo pasado el líder
cubano había sufrido una caída luego de un acto cívico, la cual le ocasionó
alguna fracturas que lo tuvieron en cama por mucho tiempo, y a partir de
entonces todo el mundo entraba en el dilema: ¿Qué sería de Cuba sin Fidel?, y
yo también lo planteaba, en el sentido de que nunca podría ver la
esencia de dicho país sin el líder que le había creado una identidad luego de
la Revolución. Sin duda Cuba no es la misma de los 90’s y mucho menos de
aquella crisis de los misiles con Kennedy y Krushev. Con México también tuvo
altos y bajos, recordando aquel lamentable “comes y te vas”.
La isla tuvo diferentes momentos y diferentes escenarios
bajo el liderazgo de Fidel, Cuba nunca fue la misma, pero tampoco llegó a ser
el ideal de la Revolución. Lo único que se mantenía era un sentimiento
nacionalista que con el tiempo también sufrió lapsos de intensidad. Hoy el
corazón patriótico apenas se percibe desde el exterior. Hacia adentro, las
calles de La Habana y otros rincones desde la emblemática Bahía de Cochinos,
solo hay huecos cubiertos de gloria del ayer y hoy por la incertidumbre del
mañana.
Pero no existe nación alguna que se salve de este fenómeno
donde los mismos liderazgos terminan en sueños, solo respaldados por los
colaboradores iniciales y terminan chocando contra las nuevas generaciones que
difícilmente comprenden el origen del estado en donde conviven. La tradición
también ahoga cualquier deseo por ver resultados de un ideal que no nace con
ellos. A Cuba le sobrevive el ideal pero lejos del mundo cambiante. Fidel lo
sabía, quiero suponerlo y en su momento tuvo que renunciar a muchos de sus
sueños.
Nuestra naturaleza apuesta por el cambio permanente donde
existen personas que destacan sobre otras, las que piensan y actúan, contra las
que piensan pero necesitan la mano que los guía. Maquiavelo lo dijo: “Nada más difícil de emprender ni más peligroso de conducir que tomar la iniciativa en la introducción de un nuevo orden de cosas, porque la innovación tropieza con la hostilidad de todos aquellos a quienes les sonrió la situación anterior y sólo encuentra tibios defensores en quienes esperan beneficios de la nueva”.
Fidel era maquiavélico, si usamos dicho principio. La política como arte aplicada
en su momento, cayó en su propio fango, porque cualquier virtud que pudo
haberle acompañado terminaría enfrentando los vicios y el rostro oculto que el
poder mismo posee. ¿Quieres cambiar las cosas?, entonces necesitas el poder y
mantenerte en él. Quizás por eso, la Revolución de Castro no considera a la
democracia como una vía sino como un caos y una oportunidad para los más
perversos que sus planes mismos. Actúa primero y luego, actúa de nuevo, antes
que otros cuyos fines están por rebelarse, y el Socialismo solo ofrece esta
forma de garantizar que tu sueño se coloque en el terreno de las oportunidades.
Un Estado al que se le pueda calificar como una dictadura porque todo está
fincado en el sueño de un visionario, no de un tirano desde su propio punto de
vista.
Abundan los comentarios y opiniones sobre los logros
alcanzados, como la salud y la educación, envidiables para muchos países en el
mundo. Aun así estamos pues muy lejos del mundo ideal de Castro, y aún más del
ideal de sus enemigos. Lo que hoy existe no estaba en los planes de unos ni de
otros, pero el mundo tiene un rostro que fue esculpido con el actuar de gente
como el Comandante, inyectando sentimientos que moldearon incluso la cultura de
un país y muchos grupos sociales del mundo.
A Castro le sobrevive sólo una enseñanza, no un Estado
igualitario y sostenible, no una política que se pueda implantar en los
rincones del mundo. Es un ejemplo de audacia para romper con la vorágine del poder
del dinero, del capitalismo devorador e intransigente. Es el tope que fija
límites al lado inhumano de los pueblos, el reconocimiento a nuestra cara
oculta que debe ser contenida con firmeza y que nunca, nunca estará libre de
caer en el error, ese que solo se genera por la voluntad valiente de querer mejorar
el mundo.
Imagenes, Castro en 1955, Central Park, EEUU antes de la Revoluciòn, y jugando Básketbol en Polonia 1972.