domingo, 27 de noviembre de 2016

Castro en mi tiempo


Por Carlos Hdez. Guerrero

Ha muerto, y no estoy diciendo nada nuevo, ayer las redes sociales lo anunciaban y saturaban mi cuenta de Twitter, dado que soy un “tuitero” por el que me puedo enterar de lo que acontece en mi ciudad y el resto del planeta. A mis opiniones siempre les habrá de faltar un poco de fundamento, y habrá quienes puedan colocarlo en su depósito de basura, libres están de hacerlo como yo ponerlo a disposición de quien quiera leerlo.

Recuerdo a finales de los 90’s del Siglo pasado el líder cubano había sufrido una caída luego de un acto cívico, la cual le ocasionó alguna fracturas que lo tuvieron en cama por mucho tiempo, y a partir de entonces todo el mundo entraba en el dilema: ¿Qué sería de Cuba sin Fidel?, y yo también lo planteaba, en el sentido de que nunca podría ver la esencia de dicho país sin el líder que le había creado una identidad luego de la Revolución. Sin duda Cuba no es la misma de los 90’s y mucho menos de aquella crisis de los misiles con Kennedy y Krushev. Con México también tuvo altos y bajos, recordando aquel lamentable “comes y te vas”.

La isla tuvo diferentes momentos y diferentes escenarios bajo el liderazgo de Fidel, Cuba nunca fue la misma, pero tampoco llegó a ser el ideal de la Revolución. Lo único que se mantenía era un sentimiento nacionalista que con el tiempo también sufrió lapsos de intensidad. Hoy el corazón patriótico apenas se percibe desde el exterior. Hacia adentro, las calles de La Habana y otros rincones desde la emblemática Bahía de Cochinos, solo hay huecos cubiertos de gloria del ayer y hoy por la incertidumbre del mañana.

Pero no existe nación alguna que se salve de este fenómeno donde los mismos liderazgos terminan en sueños, solo respaldados por los colaboradores iniciales y terminan chocando contra las nuevas generaciones que difícilmente comprenden el origen del estado en donde conviven. La tradición también ahoga cualquier deseo por ver resultados de un ideal que no nace con ellos. A Cuba le sobrevive el ideal pero lejos del mundo cambiante. Fidel lo sabía, quiero suponerlo y en su momento tuvo que renunciar a muchos de sus sueños.

Nuestra naturaleza apuesta por el cambio permanente donde existen personas que destacan sobre otras, las que piensan y actúan, contra las que piensan pero necesitan la mano que los guía. Maquiavelo lo dijo: Nada más difícil de emprender ni más peligroso de conducir que tomar la iniciativa en la introducción de un nuevo orden de cosas, porque la innovación tropieza con la hostilidad de todos aquellos a quienes les sonrió la situación anterior y sólo encuentra tibios defensores en quienes esperan beneficios de la nueva”. Fidel era maquiavélico, si usamos dicho principio. La política como arte aplicada en su momento, cayó en su propio fango, porque cualquier virtud que pudo haberle acompañado terminaría enfrentando los vicios y el rostro oculto que el poder mismo posee. ¿Quieres cambiar las cosas?, entonces necesitas el poder y mantenerte en él. Quizás por eso, la Revolución de Castro no considera a la democracia como una vía sino como un caos y una oportunidad para los más perversos que sus planes mismos. Actúa primero y luego, actúa de nuevo, antes que otros cuyos fines están por rebelarse, y el Socialismo solo ofrece esta forma de garantizar que tu sueño se coloque en el terreno de las oportunidades. Un Estado al que se le pueda calificar como una dictadura porque todo está fincado en el sueño de un visionario, no de un tirano desde su propio punto de vista.

Abundan los comentarios y opiniones sobre los logros alcanzados, como la salud y la educación, envidiables para muchos países en el mundo. Aun así estamos pues muy lejos del mundo ideal de Castro, y aún más del ideal de sus enemigos. Lo que hoy existe no estaba en los planes de unos ni de otros, pero el mundo tiene un rostro que fue esculpido con el actuar de gente como el Comandante, inyectando sentimientos que moldearon incluso la cultura de un país y muchos grupos sociales del mundo.


A Castro le sobrevive sólo una enseñanza, no un Estado igualitario y sostenible, no una política que se pueda implantar en los rincones del mundo. Es un ejemplo de audacia para romper con la vorágine del poder del dinero, del capitalismo devorador e intransigente. Es el tope que fija límites al lado inhumano de los pueblos, el reconocimiento a nuestra cara oculta que debe ser contenida con firmeza y que nunca, nunca estará libre de caer en el error, ese que solo se genera por la voluntad valiente de querer mejorar el mundo.

Imagenes, Castro en 1955, Central Park, EEUU antes de la Revoluciòn,  y jugando Básketbol en Polonia 1972.