viernes, 16 de noviembre de 2018

Fernando del Paso, que morir es una afrenta, un agravio personal.

En memoria de Don Fernando del Paso
que morir es una afrenta, un agravio personal
Por Carlos Hdez. Guerrero

En el 2015 un portal de Internet comenzaba con esta frase de Fernando del Paso:

“La palabra no es vieja, por fortuna. Yo no soy la palabra, por desgracia. Cuando la palabra me dice, la palabra me retrata.
Cuando digo a la palabra, la palabra se espanta. La palabra es un río cuando el río es un cometa.
Un cometa es la nube cuando la nube llueve, la nube llueve cuando en mi cuaderno escribo la palabra “lluvia” mil veces.
Yo no soy la palabra pero quisiera serlo para volar con ella de tiempo en tiempo, de boca en boca.”

Y bueno, para los aficionados de la escritura (que nos debemos a la lectura por encima de cualquier proceso creativo o imaginativo para ser preciso) debemos empinarnos con tragos hondos lo que personajes como Fernando del Paso nos han dejado como herencia.

Decir que “la palabra me retrata” me pone a jugar con mis experiencias de generación ‘X’, pensando un selfie que encierra todas las expresiones de mi rostro. Y no soy la palabra tampoco, como creo que ningún escritor, por más productivo que sea, y si nos vemos con rigurosa conciencia, la palabra en efecto se espanta y nos espanta.

Soy un tripulante de las naves que Del Paso nos dejó pues en su paso por el mar de la vida. Sus modos de concebir al mundo es una búsqueda de reconciliación con las contradicciones por la que la palabra humanidad queda mancillada.

La primer nave que abordé de su trabajo creativo fue la novela Noticias del imperio. Apenas con 14 años, y conociendo la historia que nos empinan en los libros oficiales, por llamarlos de alguna manera, me pusieron en franco enfrentamiento entre esa disciplina que exige la capacidad de memorizar para pasar los exámenes contra una lectura que me pedía posada sobre una silla mecedora, la mayor de las conciliaciones con los mitos, mis miedos y mis inquietudes más exigentes sobre la vida sufrida de mi país. En cierto modo, un posible rompimiento con una identidad en plena formación sin tener un puerto definido ni seguro.

El libro no pude terminar de leerlo, al principio me parecía un cuento con esa manera de presentar los largos títulos de aquella desgraciada emperatriz de México, Carlota. Tuve que adelantar algunas página para adentrarme en otros detalles que me parecían sometían a mi juicio lo que hasta ese momento eran mis conocimientos vagos de historia.

Pasaron unos 10 años más para reencontrar con una nueva edición, y contando con algo de presupuesto pude comprarlo con pocos pesos en una venta de remates (creo que su anterior dueño apenas le tuvo aprecio como yo lo tenía en ese momento), pues el primero había sido una visita de biblioteca.
Para continuar con la obra de Del Paso, tuvieron que pasar unos años más, pues entrado ya en la vida laboral, la lectura apenas tenía un hueco en mis obligaciones de chalán de oficina.

El siguiente fue José Trigo, una obra que el mismo escritor califica de compleja y no apta para principiantes de la lectura,, y en efecto, la historia es una múltiple combinación de momentos en la historia de la Ciudad de México, con su lenguaje urbano muy ‘de barrio’ y rural al mismo tiempo, donde una especie de fantasma deambula entre los ferrocarriles y así es como se concibe el paso del tiempo y con ello la vida misma. Difícil tarea tengo como recomendador de libros para decirle a ud. que me lee que deba tomarlo y ponerlo en su lista de libros preferidos, así como  no me ha sido posible hacerlo con otros como Ulises de James Joyce.

Como lo había comentado en otras de mis publicaciones, la partida de personajes como Carlos Fuentes, Saramago, Monsiváis son una desgracia que aprovecho para escribir lo que me viene a la cabeza en ese instante. Por eso mis textos son de baja calidad en redacción, pero no puedo evitarlo. En otras ocasiones simplemente me cuesta trabajo tomar tiempo para escribirlo. Debería escribir de artistas escritores que aún guardan su humanidad entre nosotros, pero en el ambiente se siente la sombra inquisidora de renegados de una supuesta exclusividad del uso del lenguaje, reservado para autoridades en letras que no dudan en condenar a los que nos damos un lujoso momento de golpear teclados, lo que es todavía para otros “arrastrar el lápiz”.

Consciente de que como todos habría de morir, pero parodiando el fenómeno natural en su obra Palinuro de México escribiría:
“Sin darse cuenta, imagínate que uno siempre se muere de mala suerte, que morir es una afrenta, un agravio personal y una vergüenza, cualquiera que sea la clase, la hora y el lugar de la muerte”.

Vaya pedestal el que se armó Del Paso, muy sólido y grande, que no quede duda que lo comparte con otros que nos siguen torturando la conciencia con sus historias plasmadas en libros. Yo le guardo un espacio en mi memoria y una enorme deuda al haber hecho pues, un mutis mientras todavía nos deleitaba con sus escritos, y precisamente recordaré esto que alguna vez leí en una revista de los años 90s del siglo pasado:


“Cuando yo me muera, allí está todo el año: tómalo. Cuando yo me muera, cómprate un calendario y por cada mes que todavía me quieras, deshoja la hoja, arráncala, arrójala: A enero, mándalo al cielo. A febrero, con mis camisas. Con marzo, envuelve una rosa. Y hazte con abril un barco que navegue despacio, hasta mayo. A junio dile que me salude a julio y mándalos a los dos por un embudo. Y con agosto, amada mía, cubre tus pechos para que se incendie el día. Cuando yo me muera, allí está septiembre: bésalo. Con octubre, haz un cometa y con noviembre, su cola. Y a diciembre deshójalo y jura que al mismo tiempo si me quieres, no me quieras, si me olvidas, no me olvides”.




Amigo de Juan Rulfo, Del Paso escribió una carta en la que se disculpaba por no haber escrito una en vida para él:
Perdóname, Juan, perdóname si no te escribí nunca, pero como me habían dicho que tú jamás contestabas una carta, pues yo dije: Entonces para qué le escribo. Y ahora me arrepiento; me arrepiento, Juan. Ahora quisiera que tú hubieras tenido varias cartas mías aunque yo no tuviera ninguna tuya. En serio. Me arrepiento porque yo tuve la culpa. Yo fui el que me fui de México, ¿no? Y no te escribí. Me duele porque no se pueden pasar tantos años, creo que dieciséis desde que salí, sin escribirles a los amigos, ¿no es cierto? No es cuestión nada más de decir, como fray Luis, “como decíamos ayer”, porque no, no fue ayer, sino hace muchos años cuando nos reuníamos una y hasta dos veces por semana, ¿te acuerdas?, en el café del sanatorio Dalinde. Allí se nos iban las horas.
https://www.letraslibres.com/mexico-espana/del-paso-le-escribe-rulfo

Algo así de sincero hace falta en mi caso, no por la sinceridad misma del sentimiento, sino por una práctica más común con los amigos y la familia en vida, siempre en vida.

Descanse en paz buen amigo Del Paso, que las horas también se me fueron en esas naves empujadas por grandes velas surcando mundos de retadora imaginación.

Noviembre de 2018.

miércoles, 14 de marzo de 2018

No te rindas.


Por Carlos Hernández G.

Hace mucho que no escribía artículos para mi blog, y tal parece que lo hago en un momento desgraciado. Así es, ahora me surgieron diversos e inquietantes pensamientos derivados del muy reciente fallecimiento de Stephen Hawking, uno de los mayormente reconocidos científicos del mundo actual.

Totalmente un icono por su aspecto, derivado de una enfermedad de la que no viene al caso citar, supongo que si no fuera por esto, podría haber sido como muchos otros que sólo los mencionamos por sus teorías y dentro de esos círculos cerrados del mundo intelectual científico.


En mis años mozos (hablo de hace poco más de 20 años) incursioné mis inquietudes para estudiar ciencias aplicadas en la física. Tuve la fortuna de ser asesorado por varios prestigiados investigadores como Cliserio Avilés (QEPD) o por el Mtro. Manuel Romero Jacuinde en el Instituto de Física de la Universidad de Guanajuato. Yo aún me encontraba estudiando mi ingeniería en sistemas computacionales en el Instituto Tecnológico de León pero junto con varios amigos, entre ellos Pepe Sandoval, teníamos inquietudes (muy comunes a esa edad) sobre la mecánica o funcionamiento del Universo.

Claro, no faltan las personas que piensan que eres un maldito buscador de vida extraterrestre (y eso de "malditos" va porque su búsqueda está casi basada en elementos meramente estadísticos y son perseguidos, casi condenados por sociedades pseudo científicas que afirman tener evidencias irrefutables de su presencia en la Tierra). Aun así, era inquietante el uso de los modelos matemáticos que anteceden como siempre a la tecnología para el establecimiento correcto de un marco hipotético y el paso a la comprobación mediante las preguntas adecuadas. Hago mención, para no quedar como aguafiestas, de que soy un gran soñador, deseoso de encontrar evidencias de vida inteligente fuera de nuestro planeta. La sensación de estrecharle la mano a un hombrecillo verde sería indescriptible.

En 1988, Hawking plantearía lo siguiente en cuanto a cuál sería la razón final del Universo: "Si encontramos la respuesta a eso, sería el triunfo definitivo de la razón humana, pues entonces conoceríamos la mente de Dios". (Breve historia del tiempo, 1988) Y precisamente, mi herencia cultural religiosa, como en muchas personas más, nos invita a cuestionar lo que “sabemos” y lo cual es requisito indispensable para una formación de carácter científico. Jamás he salido de mis interrogantes; pero en mi interior sigo jugando con mis dogmas, ya que en general muchas de las intrigas sobre nuestra naturaleza, se cuelgan del mismo hilo como la ropa recién lavada "No es necesario invocar a Dios para encender la mecha y darle inicio al Universo". (El Gran Diseño, 2010). La idea de una mente abierta al conocimiento también me fue maravillosamente contagiada por otro gran divulgador de la Ciencia como el también ya desaparecido Carl Sagan cuando me habló sobre la necesidad de impulsar la mente escéptica.

Tratamos de comprender entonces nuestra naturaleza, pero internamente para la mayor parte de la humanidad, apenas está tratando de entender por qué no es realmente feliz, o por qué no le alcanza para comer. Así de corta es la visión de muchos seres humanos, lo que tendrá para el día siguiente, cuando otros, nos inundamos de imágenes complejas sobre el origen del todo, y su posible e inquietante fin, o mejor dicho, “sentido”. No hay seres perfectos, dicen en el ardid del vulgo, y en efecto también se dice que debemos estar en permanente búsqueda de la perfección, para Hakwing "Sin la imperfección, ni tú ni yo existiríamos". Decía en su programa de Discovery Channel en 1910 “El universo de Stephen Hawking".

Cuando tuve la oportunidad de desarrollar mi modelo matemático para establecer la complejidad de los movimientos de los cuerpos en el espacio (lo cual era por demás entendimiento ancestral para cualquier estudiante de física) citando a Kepler y Newton, luego aparecía Einstein, jugábamos a comparar la cuestión de mecánica cuántica para los cuerpos a nivel atómico. Se generaban inquietantes preguntas que justificaban esos principios de incertidumbre y se hacía necesaria la puesta básica de ciertos axiomas o caeríamos en juegos mentales que no llevan a nada, sobre lo cual nuestro mentado científico establecía "Einstein estaba equivocado cuando dijo 'Dios no juega a los dados'. La consideración de los agujeros negros sugiere que Dios no solo juega a los dados, sino ocasionalmente nos confunde lanzándolos a donde no podamos verlos". (La naturaleza del espacio y el tiempo, 1996).

Desde luego, nunca me convertí en un matemático ni astrofísico; me quedé en un nivel preescolar comparado con grandes estudiosos que por el contrario, ahora son envidiables investigadores nivel SNI, publicando y editando “papers”, calificando proyectos de emprendedores en materia de ciencia y tecnología o simplemente aportando opiniones en algunas páginas editoriales. Pero mis inquietudes y capacidad de asombro por el gran misterio del mundo que habitamos, su origen y sobre todo el saber cómo funciona, me persigue a cada momento. De cualquier manera, gracias a mi incesante inquietud por aprender los elementos matemáticos más elementales de esa ecuación que es la mecánica del movimiento interestelar, pude estar al frente de alumnos de bachillerato e ingeniería en temas de cálculo y física.

Estoy agradecido a lo lejos con gente como Hawking, Sagan o Asimov. Este último, gracias a sus novelas de ciencia ficción, encontraba en la fantasía respuestas alternativas y maravillosas a lo que quizás nunca llegue a comprender realmente. Me mueve también una fe en la trascendencia de nuestro espíritu, que encaja en los misterios que pretendemos sean también un punto de partida para la esperanza de que no todo está aquí para ser sólo una simple casualidad, y esto es un ejemplo el poder que nos da la vida.

Me quedo con esta última de sus frases: “Por difícil que parezca la vida, siempre hay algo que puedes hacer y tener éxito. Es importante que no te rindas.”

Descansa en paz Stephen Hawking (aunque quien sabe, si estando en esas otras dimensiones, tengas nuevas preguntas por resolver).