lunes, 31 de marzo de 2014

100 años de Octavio Paz en el mundo, a falta de paz

Por Carlos Hernández Guerrero



La inquebrantable sutilidad del ser, pero del ser mexicano. Sumergidos en nuestra complejidad histórica y genealógica, sin pureza de raza, como diríaalguna vez Vasconcelos "la raza cósmica" que estuviera de alguna manera destinada a poblar el mundo, no siendo el mundo el planeta sino el espacio completo. Nuestra identidad rodeada de innumerables contradicciones, quejoso y exigente al mismo tiempo, virtuoso en el arte, y flojo en sus deberes. Octavio Paz nos intenta describir a través de su obra, y quizás vale la pena rescatar unos breves párrafos en donde sus reflexiones lo llevaron a intentar un estilo de poesía que solo los críticos de la literatura y el arte en general le podrán colocar un nombre que lo caracterice y ubique en el ardid de movimientos del arte del siglo XX. Alguna vez lo escuché, en mis tiempos mozos por supuesto, citar a un poeta latino, Cátulo, acerca de una posible dualidad en el interior del ser, que logra representar un enigma para nuestra naturaleza humana:
"Amo y odio
¿por qué?
no lo sé,
pero lo siento
y me torturo"

El mexicano machista se describe así mismo en el ambiente popular, y lo festeja: "así soy ¿y qué?".

Aquí un fragmento de "El laberinto de la soledad" en el aniversario de su natalicio número 100. Hablemos de Paz, y de la otra paz tan necesaria en todos los momentos de la vida en la Tierra.
...
La simulación es una actividad parecida a la de los actores y puede expresarse en tantas formas como personajes fingimos. Pero el actor, si lo es de veras, se entrega a su personaje y lo encarna plenamente, aunque después, terminada la representación, lo abandone como su piel la serpiente. El simulador jamás se entrega y se olvida de sí, pues dejaría de simular si se fundiera con su imagen. Al mismo tiempo, esa ficción se convierte en una parte inseparable —y espuria— de su ser: está condenado a representar toda su vida, porque entre su personaje y él se ha establecido una complicidad que nada puede romper, excepto la muerte o el sacrificio. La mentira se instala en su ser y se convierte en el fondo último de su personalidad.
SIMULAR ES inventar o, mejor, aparentar y así eludir nuestra condición. La disimulación exige mayor sutileza: el que disimula no representa, sino que quiere hacer invisible, pasar desapercibido —sin renunciar a su ser—. El mexicano excede en el disimulo de sus pasiones y de sí mismo. Temeroso de la mirada ajena, se contrae, se reduce, se vuelve sombra y fantasma, eco. No camina, se desliza; no propone, insinúa; no replica, rezonga; no se queja, sonríe; hasta cuando canta —si no estalla y se abre el pecho— lo hace entre dientes y a media voz, disimulando su cantar:

Y es tanta la tiranía
de esta disimulación
que aunque de raros anhelos
se me hincha el corazón,
tengo miradas de reto
y voz de resignación.