miércoles, 14 de marzo de 2018

No te rindas.


Por Carlos Hernández G.

Hace mucho que no escribía artículos para mi blog, y tal parece que lo hago en un momento desgraciado. Así es, ahora me surgieron diversos e inquietantes pensamientos derivados del muy reciente fallecimiento de Stephen Hawking, uno de los mayormente reconocidos científicos del mundo actual.

Totalmente un icono por su aspecto, derivado de una enfermedad de la que no viene al caso citar, supongo que si no fuera por esto, podría haber sido como muchos otros que sólo los mencionamos por sus teorías y dentro de esos círculos cerrados del mundo intelectual científico.


En mis años mozos (hablo de hace poco más de 20 años) incursioné mis inquietudes para estudiar ciencias aplicadas en la física. Tuve la fortuna de ser asesorado por varios prestigiados investigadores como Cliserio Avilés (QEPD) o por el Mtro. Manuel Romero Jacuinde en el Instituto de Física de la Universidad de Guanajuato. Yo aún me encontraba estudiando mi ingeniería en sistemas computacionales en el Instituto Tecnológico de León pero junto con varios amigos, entre ellos Pepe Sandoval, teníamos inquietudes (muy comunes a esa edad) sobre la mecánica o funcionamiento del Universo.

Claro, no faltan las personas que piensan que eres un maldito buscador de vida extraterrestre (y eso de "malditos" va porque su búsqueda está casi basada en elementos meramente estadísticos y son perseguidos, casi condenados por sociedades pseudo científicas que afirman tener evidencias irrefutables de su presencia en la Tierra). Aun así, era inquietante el uso de los modelos matemáticos que anteceden como siempre a la tecnología para el establecimiento correcto de un marco hipotético y el paso a la comprobación mediante las preguntas adecuadas. Hago mención, para no quedar como aguafiestas, de que soy un gran soñador, deseoso de encontrar evidencias de vida inteligente fuera de nuestro planeta. La sensación de estrecharle la mano a un hombrecillo verde sería indescriptible.

En 1988, Hawking plantearía lo siguiente en cuanto a cuál sería la razón final del Universo: "Si encontramos la respuesta a eso, sería el triunfo definitivo de la razón humana, pues entonces conoceríamos la mente de Dios". (Breve historia del tiempo, 1988) Y precisamente, mi herencia cultural religiosa, como en muchas personas más, nos invita a cuestionar lo que “sabemos” y lo cual es requisito indispensable para una formación de carácter científico. Jamás he salido de mis interrogantes; pero en mi interior sigo jugando con mis dogmas, ya que en general muchas de las intrigas sobre nuestra naturaleza, se cuelgan del mismo hilo como la ropa recién lavada "No es necesario invocar a Dios para encender la mecha y darle inicio al Universo". (El Gran Diseño, 2010). La idea de una mente abierta al conocimiento también me fue maravillosamente contagiada por otro gran divulgador de la Ciencia como el también ya desaparecido Carl Sagan cuando me habló sobre la necesidad de impulsar la mente escéptica.

Tratamos de comprender entonces nuestra naturaleza, pero internamente para la mayor parte de la humanidad, apenas está tratando de entender por qué no es realmente feliz, o por qué no le alcanza para comer. Así de corta es la visión de muchos seres humanos, lo que tendrá para el día siguiente, cuando otros, nos inundamos de imágenes complejas sobre el origen del todo, y su posible e inquietante fin, o mejor dicho, “sentido”. No hay seres perfectos, dicen en el ardid del vulgo, y en efecto también se dice que debemos estar en permanente búsqueda de la perfección, para Hakwing "Sin la imperfección, ni tú ni yo existiríamos". Decía en su programa de Discovery Channel en 1910 “El universo de Stephen Hawking".

Cuando tuve la oportunidad de desarrollar mi modelo matemático para establecer la complejidad de los movimientos de los cuerpos en el espacio (lo cual era por demás entendimiento ancestral para cualquier estudiante de física) citando a Kepler y Newton, luego aparecía Einstein, jugábamos a comparar la cuestión de mecánica cuántica para los cuerpos a nivel atómico. Se generaban inquietantes preguntas que justificaban esos principios de incertidumbre y se hacía necesaria la puesta básica de ciertos axiomas o caeríamos en juegos mentales que no llevan a nada, sobre lo cual nuestro mentado científico establecía "Einstein estaba equivocado cuando dijo 'Dios no juega a los dados'. La consideración de los agujeros negros sugiere que Dios no solo juega a los dados, sino ocasionalmente nos confunde lanzándolos a donde no podamos verlos". (La naturaleza del espacio y el tiempo, 1996).

Desde luego, nunca me convertí en un matemático ni astrofísico; me quedé en un nivel preescolar comparado con grandes estudiosos que por el contrario, ahora son envidiables investigadores nivel SNI, publicando y editando “papers”, calificando proyectos de emprendedores en materia de ciencia y tecnología o simplemente aportando opiniones en algunas páginas editoriales. Pero mis inquietudes y capacidad de asombro por el gran misterio del mundo que habitamos, su origen y sobre todo el saber cómo funciona, me persigue a cada momento. De cualquier manera, gracias a mi incesante inquietud por aprender los elementos matemáticos más elementales de esa ecuación que es la mecánica del movimiento interestelar, pude estar al frente de alumnos de bachillerato e ingeniería en temas de cálculo y física.

Estoy agradecido a lo lejos con gente como Hawking, Sagan o Asimov. Este último, gracias a sus novelas de ciencia ficción, encontraba en la fantasía respuestas alternativas y maravillosas a lo que quizás nunca llegue a comprender realmente. Me mueve también una fe en la trascendencia de nuestro espíritu, que encaja en los misterios que pretendemos sean también un punto de partida para la esperanza de que no todo está aquí para ser sólo una simple casualidad, y esto es un ejemplo el poder que nos da la vida.

Me quedo con esta última de sus frases: “Por difícil que parezca la vida, siempre hay algo que puedes hacer y tener éxito. Es importante que no te rindas.”

Descansa en paz Stephen Hawking (aunque quien sabe, si estando en esas otras dimensiones, tengas nuevas preguntas por resolver).