lunes, 27 de enero de 2014

Festival Internacional Cervantino, Evento: “Compartir la Palabra”.
Octubre 22, 2013.



Mesa: “Perspectivas de la literatura en la contemporaneidad. (En Guanajuato)”
Por Carlos Hernández Guerrero*

Reflexión dedicado mis pequeños ahijados
Luisa Fernanda y Juan Pablo Guerrero Rodríguez.

Y en recuerdo de Laura Cynthia Gómez Hernández (QEPD).

Debo admitir que el título de esta sesión me causó escalofríos. Cuando escuché la palabra “contemporaneidad” me trajo la sensación de un complejo sistema de ecuaciones tratando de descifrar los componentes de mis “entresijos”, término popular que usan todavía algunas gentes, para describir en una palabra, las entrañas intestinales de nuestro cuerpo.

Pero una vez entrada la calma, el enjambre de preguntas se acopló a un análisis menos exigente, cuando el propósito era ubicarnos en el contexto inmediato de nuestra región y reflexionar sobre la literatura que se genera en nuestro tiempo. A mi mente vinieron algunos nombres de amigos y maestros en los laboratorios y talleres de escritura creativa. ‘Contemporáneo’ me dice que se habita y se transita al mismo tiempo con otros y con su “algo”, literariamente hablando: con lo que produce. Una convivencia de nuestros propios espacios. Así es, lo que uno hace y comparte, aunque haya que pagar unos pesos, si fuera el caso. Aunque a decir verdad, me siento afortunado, ya que algunas de sus obras, llegaron a mí porque tienen alma caritativa.

La variable tiempo, que es el factor que nos hace co - habitables, es la relación que existe fuera de todo contacto cercano, cara a cara, sin diálogo directo que nos produzca un intercambio de palabras comunes: “hola, ¿Cómo estás?”, “que gusto saludarte”, “hasta luego”, cuyo uso implica un “saber” uno del otro y de ser posible, guardar cierta estima. Gracias a sus obras y la tecnología de hoy, puedo hacer algunas referencias de arte creativo. La literatura que puede estar presente en espacios virtuales, por iniciativa de unos pocos y para gracia de otros muchos, que hacemos el acto de “feisbukear”, que se asemeja a términos aceptados popularmente como “chatear” o “tuitear”, nos obliga también a ubicarnos en el contexto de lo “contemporáneo”, aunque con un sentimiento de “legalidad” a las publicaciones de textos carentes de ortografía, que le dan sentido de libertad a los comentarios más estúpidos, y abre oportunidades de espacio a las declaraciones virtuosas, colocándolas en el mismo contexto de la comunicación y la opinión pública.

Para ejemplificar esa burbuja literaria en donde se nutren mis experiencias, comienzo por mencionar a Demetrio Vázquez o Dyma Esban, citando como ejemplo su Octavo nombral, uno de mis maestros en el Laboratorio de Escritura Creativa “Ariel Muniz” nacido en León, Guanajuato, es contemporáneo, y su obra raya en un equivalente del tránsito de la palabra: con - tem- po – ra - neidad que es casi un “devenir”, muy citado por él mismo en sus diálogos, en su discurso.

En el hombre, todo No ser y Ser
Poseen la voluntad
De su propia comprensión
Porque todo deslinde
Posee la fuerza de instaurarse
Como toda certidumbre
puede tener un abandono.
En su alma todo es comprensible
Pero nada es verdadero.

Benjamín Valdivia, con un gran sentido del arte literario combinado genialmente con la herencia del pasado, me evoca a una de sus últimas obras: “Horaciones” que, lejos de ser una plegaria, es un trabajo forjado en el consenso de los pensamientos de ese pensador latino: Horacio. Nos remonta a un cúmulo de efusiones donde el campo es la realidad, el mundo que llega a la conciencia por los sentidos:

“… Soy el que trajo una brizna del Sol,
La posibilidad ardiente en sonido mental
Y los efectos temporales de la luz sensible…”
credite posteri (Carmina II, 19)

El movimiento local del “mugrista”, es poco mencionado entre la sociedad, pero que para dos escritores que provienen de este mundo, equivale a lo cotidiano. La mugre es de hoy, ha sido lo de siempre. Granos, pedos, pelos, babas, “agujero de tu calzón”, “ano enajenado” son producto de exportación interestelar. José Zarzi no parte de lo simplista. “Sobaco” es un término afable cuando le envuelve un sentimiento anárquico, lo despreciable es citar frases de autores sin haber leído sus obras. Quizás el uso de estos términos, mantenga a nuestro buen amigo soñando con alguna beca para artistas despreciables, o quizás (y muy probablemente) los presupuestos no cubren las exigencias de un arte que escurre entre lenguajes delicadamente apestosos. Poema GIBA, José Zarzi (2012):

Rata
gato
estropajo
hasta lustrar la costra del amo

lentes
orzuelo
lazarillo
antecedentes de la sombra
boca sucia
verija sorda
risa tribal
comprobantes de domicilio

bachichas
agruras
gingivitis
delfos pisándote la jeta
drogas aguadas
drogas duras
drogas gaseosas
ectropionismo intestinal inerte

dios
gaseoso
duro
aguado
entropionazo a 120 lametones/ segundo contra el humus
rubicundo del éxito

en redondas mesas de patrocinio
la vida y la muerte apuestan
quien mascará tus huesos.

Así como he criticado y manifestado mi extraña simbiosis entre lo naco y virtuoso que convive, por ejemplo en las redes sociales, me tengo que enfrentar a los lenguajes técnicamente manufacturados, producto de toneladas de papel que son contenedores de conocimiento acumulado en siglos, y mágicamente digeridos por escritores agudos que también hoy logran sobrevivir entre nosotros. Gabriel Márquez de Anda, además de dejarnos tremendos espacios entre las impresiones de sus libros, nos remonta a ver a los poetas sobre una plancha de una morgue cultural. Sus análisis y conclusiones los plasma a su particular estilo sobre la última de sus publicaciones en la Revista Cultural Alternativas “…su oblicuidad es, per se, esencia relativa como el Universo o el individuo. Pero hay que aclarar que las palabras como paliativo de nuestra asnidad esencial, enarbolan un fuero. Su entraña oscura no admite autopsias, el tasajeo de aire del ontólogo abre surcos en un agujero indemne. Las certidumbres viscerales del que va haciendo versos a la buena de Dios favorecen verdes piensos, celestes larvas colman sufridos esqueletos de cargar a cuestas la eternidad.”*
(*)Tomado de la Revista Cultural Alternativas, núm, 40 Septiembre de 2013, Instituto Cultural de León.

La sociedad tiene la impresión, de que la labor del escritor se centra sólo en ese proceso creativo. Pero Paola Mares nos ha enseñado, como algunos otros, que la escritura tiene una responsabilidad con el uso de la palabra entre los lectores, para que éstos, asuman una posición menos estática (aunque no menos trascendente en la literatura, que es, o debe ser una correspondencia, con el lector como eslabón). Escribir puede ser más que una inquietud, cuando “algo”, que ha brillado en la imaginación, se puede transformar en escritura empleando las armas de la voluntad. Encaminarnos hacia el arte de escribir es una noble labor que Paola ha asumido a pesar de la escasa presencia de escritores, hay que aceptarlo. Su obra que imprime constantes pausas, como un intento para compensarnos por las tonalidades expuestas, nos exige guardar un equilibrio mental*. Entonces, el objeto lírico es evidente y sus grados de realidad quedan formalmente fragmentados en imágenes que son emociones expuestas en vitrales multicolores.
(*) No haré cita de su obra pues nos acompaña en esta charla y ella misma dará evidencia de sus trabajos.

Ema Rangel, quien usando un lenguaje sencillo y muy claro, ha logrado imprimir a sus trabajos aún no publicados (en libros), una imagen de “navegación” sobre un mar de términos, aunque comunes, muy directos que tocan el interior de lectores no tan exigentes con el lenguaje, evitando roces con la especulación de la metáfora. Al grado de haberla comparado con Julia de Burgos cito aquí un poco de su maravilloso talento en el poema “Nada”:

Mi deseo en cielo endrino
Aspirante trocado en luz
de nube albar
En lánguidos adornos
Rozando tu horizonte
Del zarco tulipán alimentado
Encarnan tus pensamientos

Índigos tus pasos
en rayos níveos
resuenan mis dianas en corazón altivo
alzan el polvo luminoso
y apasionado
en mis sueños de cobalto
con las sábanas
en blanco nimbo
sobre la inmensa oquedad
de tus pecados.
(¿Y luego por qué uno se enamora?, reflexión mía)

Hace algunos años, escuchando la transmisión de Radio Universidad, una serie de poemas colocados entre la programación llamaron mi atención, y el nombre de un autor acompañaba desde entonces mis intrigas: Juan Manuel Ramírez Palomares. Quedó así para mis referencias de poetas de Guanajuato, y entre otras cosas, de la crítica que pude investigar, es lo que hace atinadamente Lilia Solórzano en 2011, en la revista de El Colegio de San Luis, derivado de un conjunto de poemas publicados en Azafrán y cinabrio del 2010. El maestro Palomares es autor de varios libros, no trabaja solamente para la poesía, pues por referencias de amigos, he conocido obras como “Hábitos de Humano” y otros dirigidos también al círculo infantil.

“el horizonte es un reloj
que detiene una hora para cada tripulante” (Mezcal, 9)
“… en el fondo, lo que menos importa en el poemario es el tema o la originalidad de su enfoque. La escritura, los versos, la atmósfera que construyen y esa peculiar manera del autor de hacernos sentir su intimidad poética son lo agradecible de esta plaquette. Es decir, que no es el argumento poético lo más poderoso en la escritura, sino la poesía misma.”*
las horas son frutos caídos a destiempo” (Mezcal 10, Guanajuato, Azafrán y Cinabrio, 2010)*

(*) Tomado de la Revista de El Colegio de San Luis, Nueva época, Año I, número 2. Julio-Diciembre 2011.

Haber llegado de tan lejos, a una cultura quizás más compleja, Ariel Muniz me muestra que las fronteras y la distancia no son obstáculo para el arte creativo. Originario de Uruguay, pasó los últimos días de su vida en León, Guanajuato, su ciudad adoptiva. Tuve la oportunidad de tratarlo personal y directamente, conservando hasta hoy una relación de amistad con su familia. Habitando entonces nuestro espacio y en la “contemporaneidad”, donde nuestro lenguaje, lleno de modismos de barrio, ni siquiera fue amenaza para que arrastrara la garganta y modificar su estilo literario. A pesar de esta relación de cercanía, no conozco la totalidad de su obra, aunque sé que ya por la mañana y en este mismo recinto, hubo una mesa dedicada a su obra, sólo mencionaré algunas como “Una temporada en el Edén” y “La construcción y otros cuentos” (2006).

Quiero hacer referencia a un personaje que merece mis comentarios (vaya, ahora soy una especie de autoridad para “concederle ese honor”, me causo risa): Miguel Ángel Martínez. Compañero de nuestros laboratorios, su obra no editada y por supuesto no conocida “Retablos”*, es un paseo por túneles de baja intensidad luminosa, cuyas paredes están agazapadas de las figuras femeninas más exóticas, estirando sus “partes” pretendiendo hacer las veces de manos que se estorban entre ellas, gimen convirtiéndose en gárgolas que luego se arrastran mostrándonos amablemente la salida, quizás porque conecta sutilmente la conciencia del lector, dándole una alternativa honorable de continuar o comenzar la fuga. Parecería que esa expresión donde te remontabas a sus años de infancia, debajo de aquellos cúmulos de figuras religiosas, lejos de impregnarle sentimientos de bondad y temor a Dios, nos dejara la percepción de un final, donde los rostros con miradas en éxtasis, son el resultado de un encuentro colmado de bajas pasiones.

(*) No haré ninguna cita ya que no cuento con su autorización para exponerla (nunca se la pedí), así que nos perdemos de una gran oportunidad para conocer una genial propuesta.

En tan breve tiempo, será imposible sintetizar lo que representa mi experiencia literaria en la “contemporaneidad” (saldré de aquí todavía con la cosquilla de integrar diversos elementos de nuestra sociedad y su “cotidianeidad”), dejaré insatisfechos a los presentes sobre mis opiniones y escasas aportaciones para impregnar una propuesta específica que describa o nos ubique literariamente, siendo el menú tan grande y universal.

Nuestros tiempos se esculpen entre un mar de información, degenerada, malversada, perversamente maquillada por medios de comunicación. Pero dentro de esa burbuja cultural que aún rescata las bondades de nuestra sociedad, no dejaré de mencionar, entre otros, a escritores que hoy viven su obra en Guanajuato como Eduardo Padilla, Juan Carlos Porras, Roberto Hernández Dueñas, Jorge Olmos, Pedro Mena, Miguel Ángel Tolentino, Rosa Murillo, Miguel Porto Granados. Y ya que Puebla es el estado invitado, Alí Calderón y Fritz Glockner cuyo trabajo lo dirige a desenterrar parte de los pasajes más duros del México contemporáneo Cementerio de papel (Ediciones B, 2004), Veinte de cobre: memoria de la clandestinidad (Joaquín Mortiz, 1996), Memoria roja, historia de la guerrilla en México (1943 a 1968) y finalmente mis compañeros que aquí me acompañan como Abelardo Acevedo, Rodolfo Herrera y Manolo Corona, que también transitan en el marco de la creatividad artística, verdaderos atrevidos que quizás, en el contexto de nuestra sociedad contemporánea Guanajuatense, no esperen más, que ver su imaginación transformada en palabra escrita.

Carlos Hernández Guerrero
Facultad de Filosofía, Letras e Historia
Universidad de Guanajuato, FIC, 2013.

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