Escribir sobre sí mismo, un acto de impudicia ejemplar.
Por Carlos Hernández Guerrero
Gracias
por la invitación a Celia Vera para continuar compartiendo nuestros escritos en
el muro de la red social, aunque les comento que en lo particular me encuentro
retirado de esta noble afición (no recuerdo el momento de mi entrada, si es que
alguna vez lo hice), pero me gusta leer lo que otros hacen, principalmente personajes
destacados, del cual citaré algunos textos que luego hago algunas reflexiones y
si es posible, trabajillos que rayan solo en los lamidos de la crítica. En esta
ocasión, ya que estamos conmemorando los 75 años de José Emilio Pacheco y
recientemente retirado por los caprichos de la vida que culminan con la muerte
(dicho sea de paso).
En 1965 redactaría muy a su pesar "Es ésta la primera
ocasión en la cual —por debilidad masoquista que deploro o un germen de
exhibicionismo que ignoraba— me atrevo a escribir directamente sobre mí, en un
acto de impudicia ejemplar.” nos dice el escritor en un texto autobiográfico.
Pacheco y Fuentes, tomada de imágenes de Google, Sin EmbargoMX
Dados los propósitos de este espacio de las redes sociales, dedicado a la tarea
de escribir, donde nos podríamos autodenominar escritores, el mismo Jose Emilio
Pacheco parece lanzar disparates contra su profesión adquirida, como muchos de
nosotros, al rugir del cañón que no deja de gruñir en el interior pues
padecemos de una posesión cuasi demoniaca para plasmar en papel ocurrencias
venidas de los túneles de la imaginación. En el trabajo que publica el blog del
Círculo de poesía se cita a Salul Bellow (por el mismo Pacheco como
introducción a su propio texto) sobre la literatura y sus razones:
“Por una parte la literatura, la trágica y la cómica, pertenece al reino de la
felicidad; por otra, los escritores suelen ser infelices perturbados. Nunca se
les examinó con tanta atención. Antes no era frecuente que el escritor tuviera
que dar explicaciones sobre sí mismo. Cuando el poeta trata de interponerse en
la lucha entre Bruto y Casio, lo echan fuera. No le piden que dé las razones
históricas por las cuales es poeta. Es demasiado poco para eso. Y creo que su
falta de importancia en aquella época era una de sus ventajas. Ahora hay gente
dedicada al estudio de los poetas y a fastidiarlos e investigarlos. A ellos, a
todos los demás escritores, se les hace —o se hacen ellos mismos— muchas
preguntas serias y de peso. Lo cual significa que la sociedad se interesa por
la literatura más de lo que se interesaba, o bien que no resiste la tentación
de entremeterse en algo relacionado con la felicidad a fin de estropearla de
algún modo.”
El Sr., el respetable José Emilio Pacheco trabajó como pocos en la literatura,
como escritor pero también era un idealista que compaginaba con una izquierda
de antaño. Vivió en carne propia acontecimientos de los años 60’s, sin
encabezar ninguno pero de la mano con otros pensadores que luchaban desde su
“búnker” intelectual y luego con huelgas de hambre contra las detenciones de gente
como Siqueiros y José Revueltas el autor de El Apando, obra digna de todo
activista. Consciente pues de su compromiso con sus ideales y el nivel que se
puede alcanzar al socializar con una comunidad que comparte intereses comunes,
llevó a cabo sus actos de rebeldía que calificó de “románticos” de los cuales
consideró solo había obtenido la burla unánime de los pocos que se enteraban.
Escribía pues en sus textos acerca de los acontecimientos: “Probablemente la
intelligentsia mexicana tuvo razón al burlarse de la huelga en San Carlos; pero
quizá haya sido un primer paso para insinuar que, llegado el momento, también
nuestros escritores podrían comprometerse personalmente y no sólo en términos
literarios o ideológicos”.
Era también consciente del gran poder derivado de la capacidad creativa que
poseía, pero nos revelaba con sus reflexiones una obvia intención por hacerse
ver, por parecer humilde, detestaba la codicia de los que dominan lenguajes
sepulcrales repletos de palabras propias de los elevados diccionarios. Se
humilla en sus pensamientos dándonos una leve sensación de comprensión y
palmaditas para su laurel que por naturaleza le venía a la cabeza. Decía pues,
para que vean por qué lo digo:
“Sin sombra de falsa modestia, me considero un escritor que comienza y vive los
años iniciales de un aprendizaje interminable. Alguien sin muchas pretensiones
que conoce y explora un mundo menor y limitado. Mi mayor problema literario,
fatídico para quien intente la narrativa, es el respeto excesivo por los demás.
Me he privado de escribir muchas cosas por el temor de traicionar o herir a
quien me dio su confianza. El ejercicio de la poesía libera de toda tentación
autobiográfica: ninguno de mis cuentos ha vencido el pudor y no puedo narrar
experiencias íntimas.”
Foto tomada de Círculo de Poesia.
Hombre de su tiempo, tuvo el gran honor de convivir nada más y nada menos que
con gento como Juan José Arreola, Juan Rulfo, Carlos Monsiváis, Carlos Fuentes,
Sergio Pitol, Emmanuel Carballo, Alí Chumacero y era primo del actor Carlos
Ancira. Siguiendo su supuesta modestia, se retrate nuevamente sin afán de
reconciliación a una etapa temprana de su vida como escritor (recordemos que lo
escribe en 1965) y creo que hasta el día de su muerte jamás cambió su visión ni
su manera de pensar, ni del mundo, ni de si mismo:
“Es ésta la primera ocasión en la cual —por debilidad masoquista
que deploro o un germen de exhibicionismo que ignoraba— me atrevo a escribir
directamente sobre mí, en un acto de impudicia ejemplar. Lamento paradójico,
pues todo libro es una indiscreción monumental, y un poema se define por ser el
impudor quintaesenciado. Pero no hay que pintar con el hocico, día Holbein.
Menos hay que escribir con el hocico, y el escritor haría bien en cortarse la
lengua. Porque la ración de culpa que le ha tocado expiar a cada hombre para un
escritor se manifiesta en el remordimiento de haber hecho mal las cosas, de no
poder conciliar sus necesidades de trabajo con el fervor cotidiano que requiere
la obra literaria; haber difamado a nuestros amigos, hablado de lo que se ignora,
y sobre todo en el horrible malestar de saber que nuestra vanidad no está en
consonancia con lo que hemos hecho ni con nuestros actuales esfuerzos.”
En memoria de José Emilio Pacheco, algunas notas tomadas de El Circulo de Poesía:
Excelente tu articulo Charly!
ResponderEliminarExcelente tu articulo Charly!
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