Por Carlos Hdez. Guerrero
En ocasiones, por algún motivo que no puedo explicar, sentimos que pertenecemos a una generación mejor que la anterior, o al contrario, que las nuevas no son mejores que las nuestras. El pasado nos colocó en situaciones adversas, como lo hace el mundo ahora. Hablar de un mundo que "conspira" en contubernio con la naturaleza contra nosotros mismos es por demás el pretexto perfecto para muchas personas que victimizan o encuentran en el otro al perfecto culpable de sus propios actos, omisión o indecisión.
Aún así, pienso que, a pesar de todo, el mundo avanza arrastrando al mismo tiempo sus pecados, infortunios y sus vicios. Los instrumentos que fueron producto de la creatividad o el ingenio fueron buenos en su momento. Su obsolescencia está marcada precisamente por ese avance que nos facilita lo cotidiano y como lo dije, arrastra sus demonios (tecnología que en unos cuantos "clicks" presenta en segundos información sin necesidad de "pensar mucho").
En la imagen, una calculadora "maizoro", que a los niños jóvenes actuales no les cae ni en gracia, pero que los productos chatarra, en un afán por ganar mercado, proporcionaban a sus clientes un sencillo y nada discreto instrumento para el apoyo en la educación primaria, Si no te sabías las tablas de multiplicar, deslizabas un cartoncillo impreso y obtenías lo números sin necesidad de pilas o energía eléctrica.
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